domingo, 4 de diciembre de 2011

Caravaggio

“Humilitas occedit superbiam”
Nómada por necesidad, Michelangelo Merisi da Caravaggio, fue un hombre perseguido. Acusado de asesinato. Inclusive, llegó al clímax de ofrecer su propia cabeza en un autorretrato. Con una personalidad fundida en el delirio. Pero, a pesar de tantos problemas, siempre, terminaba llegando al mismo lugar: La Pintura.
Caravaggio vivó en una época de inestabilidad social. Sobre todo porque vivió de cerca el asedio de los protestantes, sobre la Iglesia Católica del Norte de Europa (Siglo XVII), quienes se manejaban con el lema “Seguid sólo la palabra”.
En ésta época, la Iglesia Católica, estando en guerra, no catalogaba a la Pintura como una obra de arte. Por lo tanto, los pintores, de Roma, sepultaban sus vidas en noches de borrachera, sin dinero. El ingenio fue el negocio de su vida, obteniendo dinero de turbios préstamos. “Nec spec, nec metu (Sin esperanza, sin miedo).
Como pintor, Caravaggio se alejó de la tradición renacentista. Bajó a los dioses y los convirtió en humanos, como ejemplo tenemos el autorretrato del Dios Baco, donde se muestra enfermo, con una expresión lánguida intentando comer uvas, pasadas de época.
En otra de sus pinturas, llevó al límite la naturaleza y dramatizó con un cesto de frutas, pintándolas en estado de descomposición. Poco a poco fue destrozando la idea del Arte, de esa época, que era traer Belleza al Mundo.
El Cardenal Francesco María del Monte, lo invitó a que se fuera a vivir a su palacio, rodeado de poetas, filósofos, música. Es ahí, donde santificó la vida de los miserables con sus pinturas. Esto lo llevó a pintar en iglesias. La fama llegó con sus pinturas de Mateo.
El éxito lo consumió súbitamente. Enloqueció al grado de hacer caminar a su perro llamado “cuervo”, con las patas de atrás. Un mar embravecido. Arrogante.
Plasmó en “La incredulidad de Santo Tomás”, el momento exacto, en que éste, penetra con el dedo índice, el costado de Cristo. Las facciones vuelven a ser epicentro de la atención.
Giovanni Baglione, fue imitador de Caravaggio en sus pinturas. Inclusive, Baglione obtuvo la dicha de pintar el chollo de “La Resurrección”, en la nueva Iglesia Jesuita, dejando sin puesto a Caravaggio.
Baglione sería el encargado de mandar a la cárcel a Caravaggio, por difamación, al circular en las tabernas un poema peyorativo en contra de él.
Estuvo en prisión en diversas ocasiones y por razones que giraban en torno a su locura.
Al salir de la cárcel, las Hermanas Carmelitas de la iglesia, le encargaron pintara “La muerte de María”. Pero lo hizo de una manera tan cruda que las Hermanas Carmelitas, tuvieron que devolver al autor la pintura.
Lena, una joven modelo era pretendida por Mariano Pasqualone, y también por Caravaggio. Una noche, Pasqualone caminaba rumbo a su palacio cuando fue asesinado. Todos sabían quién había sido.
Cometió otro crimen. Asesinó a un hombre llamado Tomassoni, huyó antes de ser capturado, antes de que se le pusiera precio a su cabeza.
Llegó a Nápoles, toda la gente estaba encantada con él, por sus pinturas que aclamaban misericordia. Pero, se mudó a Malta, una isla cristiana en el mediterráneo musulmán. Donde obtuvo estatus, respeto y la distinción de ser nombrado caballero y donde pintó “La Decapitación de Juan el Bautista”, una pintura hecha carnicería. Pero, volvió a caer en prisión, justo después de ser aceptado en la Orden de San Juan, al agredir a un hermano de la misma orden. Escapó de su prisión subterránea y arribó a Sicilia para regresar a Nápoles, donde sus enemigos lo encontraron. Le llenaron la cara de puños, malherido y tirado en el suelo, lo dieron por muerto.
En su recuperación, escuchó noticias de Roma: El Sobrino del Papa Scipione Borghese, está arreglando su perdón.
Para obtener el Perdón, Caravaggio pintó lo que se conoce como su más grande obra. Un autorretrato de David contra Goliat, donde David se ve hierático ante la victoria. En cambio, Goliat, con el rostro del propio pintor, golpeado como lo habían dejado en una provincia de Nápoles, muestra una escena desgarradora.
Empaca sus pinturas y llega al Puerto de Palo, al oeste de Roma. Ahí, el capitán de la embarcación, desconocía el perdón que se le había otorgado, mandándolo a prisión, nuevamente. En esta ocasión, no escapó, trabajó dentro de la prisión y logró pagar su libertad, pero el barco ya había zarpado hacia Roma.
Desesperado por querer alcanzar el barco, donde iban sus pinturas, Caravaggio decidió correr hacia el norte a Porto Ercole, una zona infestada por la malaria, el Maremma. Alcanzó al barco, después de correr por la costa, y cargando al Sol de Julio, pero no obtuvo respuesta.
Se desplomó hacia la arena. Sufrió una fiebre aguda, y no fue suficiente la atención médica en un Hospital Monástico local. Caravaggio “el indecente” como era conocido, murió de una manera miserable, sin ayuda.




Y como dijo Sólo: “Los Dejo”.


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