lunes, 14 de junio de 2010

encuentro gris de Jacob con Dios

Fue un buen despertar, pensó. Las ventanas, de la habitación de Jacob, mudaron sus cortinas hace tiempo. La vista hacia el cielo estaba despejada. Después de mucho tiempo el cielo lo recibió con su cuerpo gris y sus nubosas manos. Se encontraba vertido entre las cobijas y su vista acomodada en algún lugar del cielo. Con las manos detrás de la cabeza, se abría el abanico de pensamientos. Recordó cuando niño despertaba y corría a ver, por las ventanas, el cielo, a ver si aún se encontraba dormido o le había madrugado. Le emocionaba verlo gris porque se imaginaba que Dios estaba desayunando y no tenía tiempo de prender el sol, aún no era hora de irse trabajar.
Como aquella vez en que su cumpleaños número 10, despertó y un imponente cielo gris lloraba pedazos de cielo, aquella vez sacó por la ventana la lengua y se bebió el cielo completito.
Un día que fue a la playa, escuchó a la gente quejarse porque no había sol. Querían colocar sus chupados cuerpos a carbonizarse. Se cuestionaba por qué la gente se quejaba porque no había sol. A veces, uno se queja demasiado y sin motivo. Quejarse es como de mala educación.
Aquel día jugó con Dios todo el día, tomaba puños de arena y los colocaba en el vértice del mar. Sonrió un momento al pensar que el mar era la espesa lengua de Dios y el cielo su paladar. Enseguida, una ola llegó y duchó su pequeño cuerpo, haciéndolo sonreír porque Dios le había respondido la broma realizada. Edificó Castillos de sal que Dios se comió, lo mismo pasó con un caballito y una estrella de mar.
Pasaba las horas de aquel día nublado, platicándole, narrándole historias, le decía que cuando muriera lo enterraran en una nube. Pero sólo, dijo, después de que llegue a la edad de mi abuelito, tiene 84 años y está aún fuerte haciendo marcos para las fotos de la familia.
Escribió sobre la arena, con sus letras saladas, unas palabras que estaban escritas en los libros de la escuela, un poema de Mario Benedetti llamado El Mar: ¿Qué es en definitiva el mar? ¿Por qué seduce? ¿Por qué tienta?
Terminaron los “castillos” y “dragones”, y se enfiló hacia la habitación del hotel. Ahí les contó a sus padres con quien había estado jugando toda la tarde. Un loco más a la familia se escuchó a dúo. Tomó sus juguetes playeros y los enterró en el fondo de la maleta de viaje.
El despertador sonó por séptima vez y lo odiaría toda su vida por haberle rebanado el recuerdo.
“Tan bien que estaba recordando y ahora habrá que encender el foco para irnos a trabajar”.
De nuevo en la cama, de nuevo a sus 22 años. Cuántos cielos grises habrían pasado hasta ese momento, cuántas oportunidades había dejado escapar para recordar a Dios, recordar sus cimientos.
En la etapa de juventud, los recuerdos son una importante fuente cuya agua debe estar fluyendo de manera constante.
Se levantó de la cama y asomó su cabeza por la ventana, comenzaba a llover, sintió una gigantesca sed, sacó la lengua y se bebió el cielo.

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