miércoles, 6 de abril de 2011

Turisteando

-Columna Publicada en el Periódico "La Semana Ahora" en su edición núm. 522-


En esos días sin trabajo y con pocas actividades en el día, Jacob y yo acostumbramos salir a turistear la ciudad, o, por lo menos, deslizarnos sobre el Centro Histórico de Durango. Nos gusta sentarnos en una de las descuidadas bancas de la Plaza de Armas, frente a la Catedral, y jugar a “encuentra…” -se trata de aprovechar el “barroquismo” de la fachada y obligar al otro a encontrar una imagen o un trazo en específico-. Por ejemplo vimos que una de las cuatro columnas centrales –del mismo tamaño-, en la fachada, estaba mal hecha o estaba contrastante. La última vez, estuvimos dialogando de qué color queríamos que pintaran nuestra Catedral. Él tiene ideas muy grotescas, le gustaría que la pintaran de color cantera o un color claro, no color yeso -como está-, menos como el nuevo color que viste el edificio del Congreso del Estado –fuchi-. La idea es que se pinte pronto. “Si no que nos contraten a nosotros, bueno, a mí, porque tu ya estás muy viejo”. Me acordé que en una ocasión, escuché a nuestro Arzobispo –Don Héctor González- que pusieran a un costado de la Catedral algunos trazos de colores diferentes, para que la gente elija cuál le gusta –confieso que esta idea me pareció, un agarrón de greñas-. No quiero imaginar que pondrán una gama de colores para que la gente vote, vía telefónica, su color favorito. Pero bueno, creo que el Arzobispo quiso decir otra cosa. Jacob, me cuestionó sobre el reloj que alguna vez, gracias a Pilar Rincón –ex titular de Turismo- se le colgó a la ciudad en la Plaza de Armas. Aquel reloj que muchos duranguenses acudimos a tomarnos fotos porque era el que iban a poner en Catedral, sustituyendo al viejo, pero, al final no se puso. “¿En dónde quedó ese reloj?”, me preguntó y es hora que no he podido contestar. En eso y más estaba pensando cuando Jacob ya iba calle abajo, en Constitución casi llegando a 5 de Febrero –antes de que la hagan peatonal-. Con un “sprin” lo alcancé, sin darme cuenta que en el camino iba dejando el aliento embarrado en el suelo. Jadeante me detuve -al haberlo alcanzado- en el semáforo del cruce antes mencionado. Una vez más me dijo: ¡qué horrible verruga parece ese edificio! –me señaló, con sus dedos minúsculos, el edificio departamental que tiene vidrios oscuros y que todos queremos tirar pero, no tenemos la suficiente fuerza para derribarlo-. Pronto, le dije, pronto. Estamos esperando a que nuestro Jinete (JHC) anuncie el 5,4,3,2,1. Bajamos y llegamos hasta Las Alamedas, analizamos los rasgos que tenía el busto de Benito Juárez y nos sentamos a ver a los niños que se bañaban en la regadera invertida -también conocida como “fuente danzante o inteligente”-. Ya era un poco de noche, se encendieron unos tubos modernos que, en su vértice más alto, escupía una luz muy ligera que bañaba los árboles y enjuagaba la cantera. Volteé a ver a Jacob y sus ojos gigantes se transformaron en unos ¬¬ -Es aquí cuando predije una huracán de preguntas infantiles-: “¿Por qué esos tubos fueron puestos si no son nada coloniales o ya no somos coloniales? ¿por qué no se deciden, qué imagen quieren que demos: modernos o coloniales?” se levantó y se fue entre manoteos al aire. Al subir al camión, de regreso a casa, otra vez. Sí, otra vez un chofer de camión no respetó la tarifa, aceleró llevando marionetas humanas al fondo del camión y encajó el pie en el acelerador. Nos llevaba de aquí para allá, su prepotencia rebotaba en las paredes del vehículo y salpicaba los oídos. Finalmente llegó una nueva tanda de preguntas: ¿Qué va a pasar con los abuelitos y/o personas con necesidades especiales, que visiten Durango, si no tienen su credencial del transporte? ¿por qué se les cobrará tan caro, si manejan feo y “ni costea”? Bonita imagen vamos a dar ¿no crees?

Yo chitón-chitón, no he dicho nada.



Y como dijo Sólo: “Los Dejo”.





Cualquier comentario acerca de esta columna con un turista incomodo, favor de enviarla a desdeelapando@hotmail.com

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