miércoles, 22 de diciembre de 2010

Luna de Fuego

Lunes por la noche, nos acomodamos plenamente en la sala de la casa. Terminamos de leer algo del buen Jorge Luis Borges Acevedo, en específico su poema sobre la Luna (Jacob me pidió que lo re-leyera como 7 veces, sobre todo la parte en que habla de Ariosto).

Arrimamos uno de los sillones principales a la ventana que da a la calle, por cierto, una estela de tierra se quedó por el suelo. Esperamos que “La bere” barra el martes y borre las secuelas del eclipse.

Jacob fue el encargado de hacer dos banderitas, una que decía “Hola Luna de fuego” y la otra que me tocó a mí (por suerte o porque él se envalentonó a dármela) que decía “Vuelve pronto”.
Nos pintamos la cara de blanco (bueno yo porque él es casi güero, nada más le faltan los cabellos de sayayin).

¿Ustedes vieron la Luna también? Compartamos experiencias.
Yo recuerdo haber conocido a la Luna antes que mis ojos, en los cuentos y canciones de mamá la conocí. Son recuerdos muy minúsculos que batallo muchas horas en hilar dos o tres minutos de aquellos momentos.

Dieron las once veintitrés (pe eme), para los que no saben leer les digo, eran las 23:30 horas y estaba por comenzar el espectáculo (mucho más bello que los espectáculos que suele transmitir Telerisa o TV Nacazteca, sin mencionar los del Gobierno Federal, Estatal y Municipal).

Comenzó el show y era el momento de eclipsar el insomnio. Por primera vez agradecía a Dios, padecer las horas más lentas en vigilia, debajo de ese disco más blanco como jamás las nubes.
Esa Luna siendo el imperio rodeado de aquella encrucijada de estrellas.
De pronto, la Luna tomó el color que tanto me había hablado Jacob, el cobrizo. “Luna de Fuego” gritaba alrededor del planeta sofá. Alzaba los brazos como imitando un ritual maya, iba de uno a otro lado de la sala agitando su banderita.

Pocas veces se repetirá esta historia, mis ojos no supieron a qué hora se cerraron. Pero, gracias a la tecnología pude ver muchas posiciones lunares. Si se perdieron de algo, hurguen por el internet, hay tremendas imágenes. Aunque claro, no hay nada semejante a retratar con las pupilas miopes.
Lo último que recuerdo, antes de que me venciera el sueño, y puedo compartirles, es que brincaba, como en rocas, sobre las estrellas y, después de un salto, alcanzaba a abrazar la Luna.





Y como dijo Sólo: Los Dejo.

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