lunes, 31 de enero de 2011

Un sacrificio amoroso

Este fin de semana una tertulia muy pasional, se dio la tarea de emprender el viaje hacia el estado de Guanajuato, en específico, al Cerro del Cubilete en Silao. Cada año, cada último fin de semana de enero, parten autobuses con el fin de reunirse el mismo día con personas de diferentes estados de esta, nuestra República Mexicana. La intención es subir el Cerro que se encuentra a, poco más, de dos kilómetros y medio del nivel del mar.
Si alguien ha tenido la oportunidad de visitarlo, coincidirá en que subir el cerro es un verdadero sacrificio de amor. Confieso que sólo he tenido la oportunidad de ir en dos ocasiones y de eso ya llovió. La primera vez subimos corriendo un grupo de jóvenes. Debo dar gracias a la juventud que me dio la oportunidad de aguantar. La segunda vez intenté realizar tal proeza y no dio resultado. Terminé reptando al primer kilómetro de avanzada. El camino empedrado y pesado, conforme uno va subiendo, se asemeja a su mínima expresión al Calvario que realizó nuestro señor Jesucristo. Repito, es una representación, sin lujo de llegarle a los tobillos a nuestro Salvador.
Ya estando arriba, comienza el oteo sobre las jorobas de tierra que se juntan en el cielo. Da la impresión de estar soñando, la vista es maravillosa.
Arriba hay una capilla circular, la cual lleva sobre su cabeza una gigantesca corona de espinas. A un lado se encuentra una estatua de Cristo Rey, majestuosa. Para que se den una idea, del tamaño, una persona está casi al tamaño de un dedo del pie del monumento.
Ya estando arriba toda esa energía usada, en la subida, regresa de manera espiritual.
Es una experiencia muy generosa, durante la subida se puede interactuar con personas de otros estados. Cada estado porta una playera de un color, una imagen y un logotipo de su estado en el pecho. Existe como costumbre intercambiar playeras para tener el recuerdo de haber conocido, aunque sea en efectos menores, un estado nuevo, de este país.
A una hora determinada, se hace una misa para agradecerle a nuestro Dios, las fuerzas otorgadas para subir.
Allá arriba hay puestos de comida, de recuerdos, enseres y muchas cosas más, pero, el principal recuerdo se archiva en la memoria. Igual se come junto a personas de otros estados que son gobernados por uno u otro partido. Ahí se olvida colores y se convive por el propósito más conspicuo que es la religión.
Termina el día regresando a Guanajuato para hospedarse en un céntrico hotel. Guanajuato pule nuestra presencia bañándonos de su estilo Colonial, sus calles limpias, cultura vial. La gente de allí, como en toda la república muy amable.
Por la noche del sábado, los turistas salen a vagar, conocer y encontrarse con turistas que cumplieron, también la hazaña de subir el Cerro del Cubilete.
Guanajuato recibe a todo el país en su cerro y en su centro. Por lo menos ese fin de semana, vemos un país unido. ¿Qué tal la callejoneada? O ¿el callejón del beso? Considero este último como el más preciado de mis recuerdos de ahí. En las dos ocasiones en que fui me topé con dos gacelas de muy buen ver y que, por timorato, este su caballero de la triste figura, no se animó a invitarlas a darse un beso en el callejón. En un parpadeo de horas, hay que subirse al autobús que nos traiga de regreso, a casa.





Y como dijo Sólo: Los Dejo.



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