lunes, 1 de noviembre de 2010

¡ya tan rápido es noviembre!

Te saludo lectora lector, desde la bendita fuente proletaria de la ciudad. Acá donde las injusticias encajan muy bien en sus calles laberínticas y donde la autoridad, es decir, los policías, pasan modelando sus patrullas que asemejan la Caravana Coca-Cola, presumiendo motores y nada más.

Te saludo ahora que es un domingo con nuevo horario, dicen en la Televisión. Un domingo terrible si contamos la jaqueca que se sirve de la pasividad de este tu Caballero de la Triste Figura. No obstante, la historia, coincide hoy con el mentado Halloween que los mexicanos han terminado por adoptar como tradición.

Atrás quedaron los momentos donde salían los chiquillos presumiéndole al vecino su calaverita. Ya ni si quiera se enseñan a hacer calaveritas en las escuelas ¿o sí?
Pero bueno -dice Jacob- ni llorar es bueno. Tu época ya pasó.

Noviembre nace con nostalgia, cada año, esto depende mucho del luto que cada familia mexicana tenga para vestir.

Este primero de Noviembre es día de los angelitos – nos solía decir Mamá-, así que habrá que hacerle una visita a tu hermanito al panteón (eso representaba un maratónico recorrido, por el mismo. La historia nos había apartado varias lápidas familiares de esos angelitos, para visitar).

Recuerdo que fue uno de esos primeros de noviembre, cuando supe cuánto pueden llegar a pesar unas “tristes flores” -como solía decirle al ramillete que me tocaba cargar-. Nunca hubiera imaginado que una flor, en la pluralidad, había de pesar tanto.

La tierra –decía yo-, carga con muchos árboles, en todo el planeta, y aún así seguía girando y yo con quince flores ya me andaba desmayando.

La noche previa al primero de noviembre había que dormir temprano para ganarse la ida al Panteón e ir a saludar a los familiares. Muy rara vez se podía dormir temprano porque algunos chiquillos llenaban con su Halloween mi enjaulado jardín.

Como se los anuncié la semana pasada. Ésta será de calaveritas, mañana comenzamos con algunas que fueron solicitadas a nuestra redacción (Ay si). Sólo quería ocupar este día para anunciarlas como parte de esa tercera llamada.

En medio de la locura que representa, me despido. Llaman a la puerta un montón de jovencitos precoces gritando “dulce o travesura” y como no quiero problemas ya le dije a Jacob que ponga a llenar unas cubetas con agua para darles su “dulce o travesura”. Lo que pase después no es bajo mi autoría.



Y como dijo Sólo: “Los Dejo”.

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