viernes, 29 de octubre de 2010

dejándome llevar

Ahora sí parece otoño –me dice Jacob cuando mira por la ventana-, las hojas tienen el color que más me gusta: el dorado ¡Mira cómo corren! ¡Vamos, alcánzala que no te gane! –le dice a una que se quedó varada en los tobillos del árbol. Pasa su mano por el cristal de la ventana, imaginando que la toma y la empuja hacia las demás para que corra.

Después me dice que por qué el árbol se queda desnudo si nada más se le caen las hojas (cuestionamientos que una persona como yo, hasta ahora, no ha podido contestar).

Aquí dentro, parece que estoy en otro mundo. Estoy leyendo el periódico como buen “vegetal” y me entero de muertos, suicidios, asesinatos y grito con las manos un porqué, que estremece la tranquilidad de mi arcaica tradición de paz. Durante la tarde este jueves, parece no tener fin con tanta información vengativa.

De pronto me percaté que Jacob ya no estaba, lo busqué con la ansiedad de quien busca a su propia identidad. Lo llamo y no acude, pienso: A mí qué me importa qué haga. Nunca me hace caso.

Después de hacer la mecánica revisión de la información, acudí a asomarme por la ventana, desde donde Jacob había estado mirando las hojas. Fue entonces que lo vi correr alrededor del árbol, uno de los tantos árboles de nuestra ciudad, históricos. Esos árboles que huelen a Durango, a las pláticas de nuestros viejos, de las tuyas, las nuestras. Huelen y comparten la corteza de sus sueños en ramajes cortos y largos.

Caminando por las Alamedas de nuestra querida Capital, nos damos cuenta de la belleza que se nos escapa con los años. A veces nos focalizamos tanto en problemas sociales que si encontráramos detalles como esos, sin duda viviríamos mejor. Pero –como me dijo Jacob-, Nadie vive solo de ilusiones.

Finalmente me dejo llevar por el momento y viendo a Jacob correr como si fuera una hoja más, le grito: ¡Vamos, alcánzala!

Ya entrados en materia me retiro hoy que es viernes. Hoy que comienza el bendito puente que nuestra tradición Mexicana nos ofrece con pompa y boato. Y sobre todo porque, dicen, Hoy toca.



Y como dijo Sólo: “Los Dejo”.

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