lunes, 25 de octubre de 2010

Ya ni... el clásico

Hace algunas semanas les hice la petición de una mentadita a los Meteorólogos por adelantar el invierno y treparlo a la espalda del otoño. Al parecer ahora, que me encuentro en este domingo fresco y mientras me resbalo por la pancita de la Luna, me doy cuenta que no surgió efecto.

Hoy en día, veo con precocidad las enfermedades respiratorias en familiares, amigos, mortales. Como te imaginarás lectora lector, tu caballero de la Triste Figura, aquí presente, ha caído en ese tobogán enfermático que mantiene, en la orilla de la locura, a más de media ciudad de este mutilado país.

Por las mañanas hace un frío terrible que la epidermis no cumple su función de aislante y termina por darle frío al corazón. En ese lapso caótico de buscar calorcito uno piensa: es domingo, hoy por la tarde hay Clásico y se humedecen las esperanzas en pos de calor.

Llega la hora pactada. Aficionados atiborrados de sus atuendos folclóricos y otros modelando la panza chelera en el estadio.
En casa la familia se reúne ante el evento que divide la esfera familiar y que pide a gritos un buen espectáculo: Que gane el menos peor. Y que los comentaristas no se enojen por apretarle, en el control remoto, al Mute que los redima de toda agresión.

Comienza el partido y en casa la familia se acomoda entre los sillones comenzando la disputa por el lugar con el huequito más cómodo y con vista de palco. Piden la botana más salada y la siembran bajo el paladar.

Pasa el tiempo y el partido ofrece poco. Los espectadores tejen sus pláticas de asuntos políticos, religiosos y hasta infantiles, mientras en la cancha corren a lo bestia sin motivo alguno.

Después de unas llamaradas de petate termina la primera mitad y los aficionados con abucheos en los labios despiden a sus futbolistas. Se realiza un calentamiento previo al segundo tiempo con cacahuates de todas sus figuraciones.

Comienza el segundo tiempo que nos agarra soñolientos y que a los diez minutos nos deja profundamente dormido.

Pasan ante nuestros ojos cerrados imágenes surreales. Personas corriendo en vestimentas deportivas, pateando la gripe que esquiva los anticuerpos y se esconde en la piamadre.
Posteriormente despierta el espíritu que se encontraba ausente y cae en la cuenta que dormitó dos minutos, en los cuales, no pasó nada.

Termina el partido agonizando, arrastrándose en el tiempo. Se arrastraba de Dolor o de Vergüenza (en este caso daba la misma). Apenitas la libró, según me dijo Jacob.
Estos días de frío ni un clásico sirve. Mejor cargamos con chamarras y nos olvidamos del futbol, por lo menos en este espacio. Ya ni el fútbol genera calorcito. Hay que enterrarlo y dejarlo fermentar hasta el próximo año.

Concluyo esta columna de palabras exhortándolos a que se cuiden, se protejan. Nunca está de más ponerle cobijas a la salud. Durante las mañanas hace un frío tremendo y cuando sale el Sol es peor. Cuídense ustedes y a los suyos que yo los cuidaré desde esta posición comodina en la que escribo: escondido bajo las cobijas y un buen café.


Y como dijo Sólo: "Los Dejo".

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