martes, 5 de octubre de 2010

Pisa y Corre

Las lágrimas son pequeños cristales que se rompen de los ojos. Alguna vez me corté cuando intenté tomar un puño de ellas y quise guardarlas.
A Jacob le emociona cuando la retórica hace su presencia en mi lenguaje. A veces lo hace en un tono sutil, irónico que tanto me acongoja. Otras veces me pide con sus ojitos elocuentes que continúe.
Decía que, los cristales son esa imagen que los dialécticos llamarían como la imagen que nuestro propio cerebro fabrica. Nada existe, todo está en nuestra mente: los árboles, la silla, la mesa. Es en ese momento exacto, en el que entran los metafísicos al ring de las discusiones, difieren y exponen con manchas doradas sus filosóficas razones para argumentar que los cristales en realidad existen, al igual que los árboles, etc.
Sea como sea, los cristales son parte de esa ilusión que se ha contagiado generación tras generación y arquetipo tras arquetipo.
Mirar un cristal es, a la vez, mirar con esa parte inexplicable de nuestro acervo de imaginaciones que pretende crecer y devorarnos. Los ojos sirven como conexión entre el mundo exterior y el interior.

Hablando de cristales, no les he contado que fui víctima de la Delincuencia de este país, bueno mi carro. Me lo cristaleron ca’on y ¿la seguridad ‘apa?
Dice Jacob que a veces ha visto filtrarse, por las cortinas, una luz entre roja y azul. La ha visto recorrer la casa, bailar por los cristales y de ahí fermentarse atrás de sus ojos.
En una ocasión, decidió asomarse a la calle, con esa ilusión infantil de querer ver frente a su casa la Caravana Coca Cola. Pero no fue así, se llevó una gran decepción, me dijo secretamente.
La caravana no era de la empresa refresquera, sino de los que piden para los refrescos. Se trataba de una soberbia caravana de policías que figuraban a lo lejos, una película de Robocop.
Estos Policías inclusive han empezado a tomar actitudes extrañas, por ejemplo: otean sobre sus hombros de una manera robótica que se antoja recordarles su mamacita y emprender la huida, pero no, porque nuestra huida es arrastrando el tiempo a una muy escasa velocidad y nos alcanzarían.

Por eso y por muchas otras cosas más. Este país pierde credibilidad. Nos queda recomendar y hacer lo necesario, para que, desde nuestras trincheras busquemos educar mejor a los nuestros. A nuestros hijos hacerles ver desde enanos que las cosas se piden “por favor” si no que ni tomen nada. Un país sin educación está destinado a una parálisis social. No cuesta nada respetar al prójimo, inténtalo y verás que es satisfactorio. Safe!!

Y como dijo Sólo: “Los Dejo”.

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